La subida de tipos de interés complicará aún más el escenario

El año empieza de la peor manera: rebote de la inflación, estancamiento económico y destrucción de empleo

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La última catarata de datos económicos confirma que 2023 empieza de la peor manera posible, con la inflación rebotando, el crecimiento prácticamente estancado y una fuerte destrucción de empleo. Esta combinación desmiente la euforia del Gobierno y anticipa un ejercicio muy complicado sobre todo en una coyuntura que estará marcada por la subida de los tipos de interés -el jueves se vuelve a reunir el Banco Central Europeo-. El seguro aumento del precio del dinero -probablemente de un 0,5%- repercutirá en las cuotas hipotecarias de las familias y endurecerá las condiciones de financiación no sólo de las empresas y de los particulares sino del propio Gobierno, que tiene que renovar una cuantiosa parte de la deuda pública.

Según los datos publicados esta mañana por el Instituto Nacional de Estadística, la inflación se elevó una décima en tasa interanual en el mes de enero hasta el 5,8%. En ellos se incluyen, por primera vez, ponderaciones procedentes de la Contabilidad Nacional, así como los mercados libres del gas y la electricidad, que hasta ahora no se tenían cuenta. En el resultado final se nota el encarecimiento del precio de los carburantes en el primer mes sin el descuento de 20 céntimos que el Gobierno eliminó el pasado  diciembre. Asimismo, la rebaja del IVA de los alimentos no ha conseguido frenar el avance de los precios, que han vuelto a repuntar al inicio de 2023 rompiendo con cinco meses consecutivos de descensos en su tasa interanual.

El dato más sorprendente y negativo es, sin embargo, la escalada de la inflación subyacente -que descuenta los elementos más volátiles del índice como los alimentos frescos y la energía- y que se ha situado este mes de enero en el 7,5%, el nivel más elevado de la Unión Europea y 2,5 puntos por encima de la media de la zona euro. Este dato es inquietante porque la inflación subyacente refleja las tensiones estructurales de fondo del sistema de precios, suele permanecer en el tiempo y fija un suelo consistente, impidiendo a medio plazo el descenso de la tasa de inflación general. Su crecimiento tiene que ver con la traslación del aumento del coste de la luz y de los carburantes a toda la cadena de producción, a través de su impacto en la energía imprescindible para sostener la actividad así como en el transporte. Otra de las medidas adoptadas por el Gobierno como el impuesto al plástico acabará igualmente teniendo repercusión sobre los precios de venta al público del conjunto de los bienes.

A pesar del evidente traspié en los precios, el Ministerio de Economía que dirige la vicepresidenta primera, Nadia Calviño, se muestra optimista, y ha asegurado en un comunicado que «la inflación apenas ha subido una décima pese a la retirada de la bonificación indiscriminada del combustible». Al mismo tiempo, Economía prevé que la subyacente alcance su máximo en el primer trimestre de este año y siga la senda descendente de la inflación general, cuando lo que suele suceder es justamente lo contrario, que se comporta como un muro de resistencia a la rebaja general del nivel de precios.

Estos malos resultados coinciden con la intensa desaceleración del crecimiento económico a partir de la segunda mitad de 2022. Aunque el dato oficial es que el PIB aumentó un 5,5% el año pasado, si se descuenta el efecto estadístico de comparación con el ejercicio de 2021 -todavía marcado por la pandemia- el crecimiento apenas se sitúa por encima del 2%. Más grave aún, el aumento del PIB entre octubre y diciembre últimos fue del 0,2%, rozando la recesión, sin que haya motivos de peso para pronosticar una mejora de las cifras a lo largo del presente ejercicio.

Con los datos relativos al cuarto trimestre de 2022, el PIB se queda un 1,5% por debajo de los niveles alcanzados en 2019, antes de que se produjera la crisis del Covid y de que posteriormente se desatara la guerra de Ucrania. Y eso a pesar de la reactivación del turismo y del sector exterior, éste último en todo caso con síntomas de ralentización en el cuarto trimestre del año pasado. De esta manera, España sigue a la cola de Europa en la recuperación de la actividad a pesar del aumento masivo del gasto del Estado y del incremento correspondiente de la deuda pública.

La evolución del mercado laboral no es mejor. Los últimos datos de la Encuesta de Población Activa relativos al trimestre pasado arrojan una impresión muy sombría: el único aumento del empleo entre octubre y diciembre de 2022 provino del sector público, con 20.000 personas más, mientras el sector privado destruyó casi 102.000 puestos de trabajo. De todo el empleo creado en el año, 228.200 personas se han ocupado en el sector privado y 50.700 en el público, casi el 19% del total.

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